“Perro Viejo Tapas” Rte, Sevilla


Llego al Restaurante (15:30 horas) a almorzar, me recibe un camarero en una mesa a la entrada con un sobremesa de apple Imac para las reservas y me ofrece sentarme adelante en una zona de banquitos, pero estoy cansado y solo tengo 45 minutos y le pido una mesa en la zona de entrada a la derecha junto a una chimenea y unos troncos muy originales y me da el ok. 

Local muy grande con varias salas y mucha profundidad. Estilo moderno y desenfadado, pero todo muy actual, muy chic, muy gastrobar. Curiosa decoración, Afuera en la calle mesas y sillas que no van con el interior, y de hecho estaba todo vacio en la calle, cuando dentro estaba lleno. Tiene como muchos ambientes, uno en la calle, 3 en planta baja, y una planta más arriba que no visité. Techos altísimos con conductos o tubos metálicos, tan de moda actualmente, unido a paredes de ladrillo visto, plantas en grandes macetones, mesas de madera maciza y asientos en la zona de la chimenea de sobremesa, algo incómodos para comer, más de merienda y pasar la tarde y recordando a tiempos pasados, pero entretenido y novedoso.

La mesa se presenta vacía completamente. Me traen una carta con platos y cocteles por un lado algo desordenado y vinos y combinados por el otro. El camarero que me la trae no es español, parece de la zona del índico y es muy agradable aunque me cuesta un poco entenderlo .Le pido una cola cero para empezar y me la trae servida en un vaso de sidra, lo cual no entiendo e imagino que es de máquina, con unas aceitunas que están así así nada más en un vaso pequeño de cristal y un recipiente de metal para echar los huesos. 

También me trae el pan y picos en un recipiente como viejo de metal y que si estuviera en una casa ya hubiera ido a la basura hace tiempo y en el que también vienen un par de servilletas serigrafiadas con dibujo y membrete entiendo de la empresa propietaria y dos servicios de cubiertos modernos y acordes al local. Entiendo que es lo que se lleva en este tipo de gastrobares actualmente. La cola en un vaso de sidra. Le comento que tengo prisa y si voy bien con dos platos y me dice que si y me recomiendo como segundo el “churrasco de pollo crujiente” y de primero tras comentar un par de platos me decido por los “puerros asados con holandesa trufada”.

Empleados todos prácticamente en vaqueros y zapatillas de deporte, con camiseta de color negro y mandil o delantal cogido al cuello y atado a la cintura de tela de saco marrón, todos jóvenes, de estilo desenfadado y al menos el que me atendió agradable y tratando de agradar. Pregunto si hay wifi para clientes y me contestan que no. Pan bastante bueno, como de pueblo, y abundante, varias rebanadas y 2 cestitas de picos.

Carta de vinos amplia, con unas 40 referencias, 19 de tintos, 15 de blancos, 2 de rosado y 3 cavas/champagne, así como 5 generosos. Prácticamente todos disponibles por copa. La copa del servicio es basta y gruesa para cualquier tipo de vino y el vino que pido es de uva Garnacha, DO Calatayud, Las Rocas de San Leandro, está bastante bueno. Aunque la carta está mal estructurada, mal explicada y al menos el camarero que me atendió nadie le ha enseñado como venderla. Además para terminar, el vino llega caliente, varios grados por encima de lo que debe estar. Entiendo que no lo tienen guardado en bodega.

Me trae rápidamente los “puerros asados con holandesa trufada”. Y tienen muy buena pinta, buena presentación, original la vajilla y el colorido y viene sobre un tablón de madera de los de cortar antiguos que había en las casas. Solo me disgusta la cantidad de salsa que lleva por encima, aunque luego el sabor es muy bueno, bien de temperatura, bien de cantidad…un acierto la tapa.

Para el segundo, me traen antes el citado vino y viene rápidamente el plató como les pedí, el “churrasco de pollo crujiente”, la comunicación con cocina funciona muy bien. Y aquí aunque la presentación es buena y trae buena cantidad el plato (7,50.-€), de sabor está correcto, pero la textura de la carne no me gusta, algunos trozos no están tiernos y tienen grasas y durezas.

Acabo de comer y veo que se me ha hecho tarde para tomar postre, una pena, porque el de la mesa de al lado tenía muy buena pinta y pido la cuenta, algo subida, como casi todos los sitios donde voy últimamente, la abono y me marcho. Nadie esta en la puerta para decirme adiós y eso que me paro para hacer una foto de la zona de la cocina, que es vista y con mucho trajín de empleados trabajando.

Conclusión: El sitio me gusta, aunque es grande, no tiene alboroto ni ruido en exceso y tiene muchos ambientes, queda conseguido y no recuerdo que estuviera sucio, aunque tampoco brillaba por su limpieza y olor a limpio, simplemente no se notaba nada al respecto negativo. El personal es agradable, aunque demasiado desenfadado en el trato para todos los gustos y es una pena que no sepan vender bien el vino y maridarlo con los platos de la carta, cosa que no es fácil, con tantos sabores que tienen. Volveré cualquier día de estos y por qué no, lo recomendaré.

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