🇪🇸 🇺🇸 🇫🇷 Team building en el Sahara


Hace ya algunos años, alrededor de un siglo que, las empresas, sobre todo las grandes, comenzaron a organizar actividades para romper la monotonía de sus empleados, normalmente equipos directivos, buscando mejoras en su desarrollo y eficiencia. Unas veces se busca relajar el ambiente de estrés diario debido a quizás la presión por alcanzar los objetivos, otras hacer piña entre los empleados, conocerse mejor, buscar debilidades o encontrar posibles fortalezas y así tratar de integrar y mejorar el ambiente de los equipos de trabajo.

Se comienza a hablar de Team Building en la década de los 20 del siglo pasado tratando de mejorar la convivencia en las multinacionales, para más tarde sumarlo también a las empresas más pequeñas, asociaciones, colegios y hasta en el propio ejército. Todo ello, solo busca mejorar la productividad de la empresa a través de la mejora de algún aspecto en el crecimiento de los empleados, bien de forma individual, bien a través de equipos de trabajo, sin que suponga un alto coste para la compañía.

La semana pasada participé en uno de ellos, a través de un viaje al desierto, desde la isla de Djerba hasta el Campamento de Tiniri, en Tozeur, Sahara Tunecino.

La experiencia nos llevó aproximadamente un día y medio con la mayor parte del tiempo de viaje en carretera, en poderosos 4×4 cruzando el desierto del Sahara, el más grande en extensión de todo el mundo, pasando por tramos asfaltados, caminos de tierra, zonas de pura pedriza y hasta cruzando dunas en lo más profundo del Sahara.

Atravesamos la ciudad de Mareth, que nos dejó bonitas vistas desde las montañas que la rodean. Os dejo detalle de la tienda de artesanía a pie de carretera y el de un par de niños de tal vez no más de 10 años, vendiendo ramilletes de plantas aromáticas para ganarse la vida.

Matmata es la siguiente parada, pequeña población con algo más de 2000 habitantes, donde se rodaron alguna de las más famosas escenas de la saga de la “Guerra de las galaxias” o “Starwars”. Encontramos un pequeño establecimiento hotelero con los nombres de las habitaciones a semejanza de los personajes de la famosa saga.

Llegamos a Douz, en la gobernación de Kebili, conocida como la «Puerta de entrada al Sahara» donde nos deslumbra un inmenso palmeral en la zona turística, con la mayoría de hoteles preparando el comienzo de la nueva temporada de turistas europeos, tras el fin del covid y el invierno, con obras por todos lados.

Y de aquí, nos adentramos en el árido y profundo desierto, donde tras más de tres horas y media de carretera por delante, por llamarlo de alguna manera, ya que la mayor parte del camino se desarrolla por pistas de tierra pegadas a la frontera con Argelia, sin nada de asfalto y con solo arena, piedras y algún que otro matorral típico del desierto, llegamos al campamento base, Tiniri Camp.

Solo recuerdo cruzarnos con algunos camellos y pastores de ovejas, no más de tres o cuatro a lo largo de todo el recorrido. A mitad de camino, tras hacer parada en una venta o bar o como quiera que se llame aquí, de carretera, con algunos detalles diremos muy “originales”, nos encontramos un grupo de intrépidos italianos motorizados provenientes de la isla de Sicilia, con los cuales despacharemos mientras compartimos aventuras, un té a la menta algunos y algún refrigerio occidental otros.

La noche en el campamento será intensa, tras una cena tradicional tunecina, compuesta de chorba frik (sopa tradicional tunecina), ensalada, brik al huevo, couscous y, para mi sorpresa, guiso de carne de dromedario o camello, no recuerdo bien, cuyo sabor, me recordó a la ternera y, acompañados únicamente en la mesa de al lado por dos parejas creo que francesas.

Es una pena que el cielo estuviera encapotado y no podamos casi ver las estrellas del firmamento, un espectáculo digno de verse como en ningún otro lado en el Sahara, pero no será esta vez, por lo que tras algo de música y baile, rendidos por el cansancio, nos iremos a descansar, que hay que madrugar y disfrutar del amanecer del desierto.

Hace un viento bastante fuerte y la arena lo traspasa todo, zapatos, camisas, pantalones e incluso el pelo, lo que podré comprobar tras darme una ducha. Tendremos hasta algo de lluvia y una vez apagan los motores que mantienen viva la electricidad del campamento, solo se oirá el viento y algún que otro ronquido…

El camino de vuelta es largo y hasta nos perderemos por no sé qué historia de la señalización del camino. Conoceremos a un chico del desierto que habla entre árabe y bereber y, que nos cuenta que vive en el desierto con sus ovejas y es originario de Argelia, lo que me indica que en el desierto no existen fronteras. Lejos de la tecnología actual, sin teléfono ni internet ni nada parecido, el chico parece feliz!

Pararemos a comer finalmente en Beni Khedache, en la Maison d’hotes Dar Sana, con habitaciones cavadas en la montaña y donde una palmera nos hará el juego para tomar algunas de las ultimas fotografías.

Llegamos de vuelta a Djerba, muy cansados, pero contentos de haber desconectado un poco del trabajo y haber cambiado por unas horas la rutina diaria.

El desierto del Sahara es una experiencia que hay que hacer al menos una vez en la vida, si es posible con algo más de tiempo y bien solo o en buena compañía.

🇺🇸 Team building in the Sahara

A few years ago, companies, especially large ones, started to organise activities to break the monotony of their employees, usually management teams, looking for improvements in their development and efficiency. Sometimes the aim is to relax the daily stressful atmosphere, perhaps due to the pressure to achieve objectives, other times to bring employees together, to get to know each other better, to look for weaknesses or find possible strengths and thus try to integrate and improve the atmosphere of the work teams.

Team Building began to be talked about in the 20s of the last century trying to improve coexistence in multinationals, to later add it to smaller companies, associations, schools and even in the army itself. All of this only seeks to improve the productivity of the company through the improvement of some aspect of the growth of employees, either individually or through work teams, without entailing a high cost to the company.

Last week I participated in one of them, through a trip to the desert, from the island of Djerba to Tozeur, Tunisian Sahara.

The experience took us about a day and a half with most of the time on the road, in powerful 4x4s crossing the Sahara Desert, the largest one in the world, passing through asphalted stretches, dirt roads, rocky areas and even crossing dunes in the depths of the Sahara.

We crossed the town of  Mareth, which gave us beautiful views from the surrounding mountains. I leave you a detail of the handicraft shop at the roadside and of a couple of children, maybe no more than 10 years old, selling bunches of aromatic plants to make a living.

Matmata is the next stop, a small town with just over 2000 inhabitants, where some of the most famous scenes from the «Star Wars» saga were filmed. We found a small hotel establishment with the names of the rooms in the likeness of the characters of the famous films.

We arrive in Douz, in the governorate of Kebili, known as the «Gateway to the Sahara», where we are dazzled by a huge palm grove in the tourist area, with most of the hotels preparing for the start of the new season of european tourists, after the end of the covid and winter, with works everywhere.

And from here, we entered the arid and deep desert, where after more than three and a half hours of road ahead, as most of the way is on dirt tracks close to the Algerian border, with no asphalt at all and only sand, stones and the odd desert scrub, we arrived at the base camp, Tiniri Camp.

I only remember coming across a few camels and sheepherders, no more than three or four along the entire route. Only halfway, after stopping at a roadside inn or bar or whatever it is called here, with some very «original» details, we meet a group of intrepid Italian motorcyclists from the island of Sicily, with whom we will chat while sharing adventures, some with mint tea and others with some western refreshments.

The night in the camp will be intense, after a traditional Tunisian dinner, consisting of chorba frik (traditional Tunisian soup), salad, egg brik, couscous and, to my surprise, camel or dromedary meat stew, whose taste reminded me of veal, accompanied only at the next table by two couples, I think French.

It is a pity that the sky was overcast and we can hardly see the stars in the sky, a spectacle worthy of being seen like nowhere else in the Sahara, but it won’t be this time, so after some music and dancing, exhausted by our tiredness, we go to rest, because we have to get up early and enjoy the dawn of the desert.

The wind is quite strong and the sand gets through everything, shoes, shirts, trousers and even my hair, which I will be able to check after taking a shower. We will even have some rain and once they turn off the engines that keep the electricity of the camp alive, we will only hear the wind and the occasional snore…

The way back is long and we even get lost because of I don’t know what story about the road signs. We meet a desert boy who speaks between Arabic and Berber and who tells us that he lives in the desert with his sheep and is originally from Algeria, which tells me that in the desert there are no borders. Far from today’s technology, without telephone or internet or anything like that, the boy seems happy!

Finally, we stop for lunch in Beni Khedache, at the Maison d’hotes Dar Sana, with rooms carved out of the mountain and where a palm tree will play the game for some last photographs.

We arrived back in Djerba, very tired, but happy to have disconnected a little from work and to have changed the daily routine for a few hours.

The Sahara Desert is an experience that you have to do at least once in your life, if possible with a little more time and either alone or in good company.

🇫🇷 Team building au Sahara

Il y a quelques années, les entreprises, surtout les grandes, ont commencé à organiser des activités pour rompre la monotonie de leurs employés, généralement des équipes de direction, à la recherche d’améliorations dans leur développement et leur efficacité. Parfois, l’objectif est de détendre l’atmosphère stressante quotidienne, peut-être en raison de la pression exercée pour atteindre les objectifs, d’autres fois de rassembler les employés, de mieux se connaître, de rechercher les faiblesses ou de trouver les forces possibles et ainsi essayer d’intégrer et d’améliorer l’atmosphère des équipes de travail.

Le Team Building a commencé à être évoqué dans les années 20 du siècle dernier pour tenter d’améliorer la cohabitation dans les multinationales, pour l’étendre ensuite aux petites entreprises, aux associations, aux écoles et même à l’armée. Tout cela ne vise qu’à améliorer la productivité de l’entreprise par l’amélioration d’un aspect de la croissance des employés, soit individuellement, soit par le biais d’équipes de travail, sans entraîner un coût élevé pour l’entreprise.

La semaine dernière, j’ai participé à l’une d’entre elles, à travers un voyage dans le désert, de l’île de Djerba au Tozeur, dans le Sahara tunisien.

L’expérience nous a pris environ un jour et demi, la plupart du temps sur la route, dans de puissants 4×4 traversant le Sahara, le plus grand désert du monde, en passant par des tronçons asphaltés, des chemins de terre, des zones rocheuses et même des dunes dans les profondeurs du Sahara.

Nous avons traversé la ville de Mareth, qui nous a offert de belles vues depuis les montagnes environnantes. Je vous laisse un détail de la boutique d’artisanat au bord de la route et d’un couple d’enfants, peut-être pas plus de 10 ans, qui vendent des bouquets de plantes aromatiques pour gagner leur vie.

Matmata est la prochaine étape, une petite ville d’un peu plus de 2000 habitants, où certaines des scènes les plus célèbres de la saga «Starwars» ont été filmées. Nous avons trouvé un petit établissement hôtelier dont les noms des chambres sont à l’image des personnages de la célèbre saga.

Nous arrivons à Douz, dans le gouvernorat de Kebili, connu comme la «Porte du Sahara» où nous sommes éblouis par une immense palmeraie dans la zone touristique, avec la plupart des hôtels qui se préparent pour le début de la nouvelle saison des touristes européens, après la fin du covid et de l’hiver, avec des travaux partout.

Et d’ici, nous sommes entrés dans le désert aride et profond, où après plus de trois heures et demie de route, car la plupart du chemin est sur des pistes en terre près de la frontière algérienne, sans aucun asphalte et seulement du sable, des pierres et quelques broussailles du désert, nous sommes arrivés au camp de base, Tiniri Camp.

Je me souviens seulement d’avoir croisé quelques éleveurs de chameaux et de moutons, pas plus de trois ou quatre tout au long du parcours. À mi-chemin seulement, après nous être arrêtés dans une auberge ou un bar de bord de route, ou quel que soit le nom qu’on lui donne ici, avec des détails très «originaux», nous rencontrons un groupe d’intrépides motocyclistes italiens de l’île de Sicile, avec lesquels nous discuterons en partageant nos aventures, certains avec du thé à la menthe et d’autres avec des rafraîchissements occidentaux.

La nuit au camp sera intense, après un dîner traditionnel tunisien, composé de chorba frik (soupe traditionnelle tunisienne), de salade, de brik aux œufs, de couscous et, à ma grande surprise, de ragoût de viande de chameau ou de dromadaire, dont le goût m’a rappelé celui du veau, accompagné seulement à la table voisine par deux couples, français je crois.

Dommage que le ciel soit couvert et que nous puissions à peine voir les étoiles dans le ciel, un spectacle digne d’être vu comme nulle part ailleurs dans le Sahara, mais ce ne sera pas cette fois, donc après un peu de musique et de danse, épuisés par notre fatigue, nous allons nous reposer, car nous devons nous lever tôt et profiter de l’aube du désert.

Le vent est assez fort et le sable traverse tout, chaussures, chemises, pantalons et même mes cheveux, ce que je pourrai vérifier après une douche. Nous aurons même un peu de pluie et une fois qu’ils auront éteint les moteurs qui maintiennent en vie l’électricité du camp, nous n’entendrons plus que le vent et les ronflements occasionnels…

Le chemin du retour est long et nous nous perdons même à cause de je ne sais quelle histoire de panneaux de signalisation. Nous rencontrons un garçon du désert qui parle entre l’arabe et le berbère et qui nous dit qu’il vit dans le désert avec ses moutons et est originaire d’Algérie, ce qui me fait dire que dans le désert il n’y a pas de frontières. Loin de la technologie d’aujourd’hui, sans téléphone ni internet ni rien de tel, le garçon semble heureux !

Enfin, nous nous arrêtons pour le déjeuner à Beni Khedache, à la Maison d’hotes Dar Sana, avec des chambres taillées dans la montagne et où un palmier jouera le jeu pour quelques dernières photos.

Nous sommes rentrés à Djerba, très fatigués, mais heureux d’avoir déconnecté un peu du travail et d’avoir changé la routine quotidienne pour quelques heures.

Le désert du Sahara est une expérience qu’il faut faire au moins une fois dans sa vie, si possible avec un peu plus de temps et soit seul, soit en bonne compagnie.

@davidsevcab

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