Entro al Restaurante (14:50 horas) y una chica vestida de manera informal con una camiseta de color rojo y un mandil negro largo desde la cintura a los pies, muy simpática, me dice que me acomode y que ella me atiende, mientras no se quien vuelve. Era el cocinero y estaba en el baño y va entero vestido de blanco y limpio. Seremos tres comensales. 

El Restaurante tiene 3 mesas altas, una barra no muy grande general y una pequeña barra al fondo, todas con banquitos altos, 2-3 por mesa, Un espejo de fondo le hace parecer más grande al local. También hay un pequeño aseo, limpio, pero decorado de forma muy pobre.

No entra nadie durante la hora que me llevo dentro, aunque es cierto que paso por delante del local a diario, y siempre veo ambiente dentro.

Me pregunta que quiero de beber y me entrega una carta de vinos con muchas referencias por copa, 24 de 25 en vinos generosos, lo cual es normal, debido al nombre del establecimiento, 6 de 9 en blancos y espumosos, y 7 de 17 en tintos. No hay vinos de postre, luego veré que es normal, ya que no hay postre en la carta, únicamente quesos. También tomamos un par de cervezas, que nos trae tras preguntar, en el mismo botellín sin un vaso o copa.

Sin música ambiente, estilo Ikea y loft con maderas y apliques en metal en luces colgantes. Suelos de tarima flotante. Decorando alguna planta, lo que parece un peso antiguo en la barra y un detalle antiguo en cristal. Pero a pesar de parecer que falta algo, es coqueto y no queda mal en conjunto. Y todo parece y huele a limpio. Parte de la cocina se ve desde la mesa del fondo. Temperatura buena para estar sin chaqueta tras unos minutos, aunque al principio me pareció algo fresco el local.

Carta mediana, con la gran mayoría de platos fríos, como es de esperar en una abacería, pero 8-9 platos templados o caliente, incluidas 4 Tostás. 

PIdo una copa de blanco, un Jose Pariente, bueno, copa un 4, no llega al aprobado, servicio mas que correcto, dándomela a probar y enseñándome la etiqueta de la botella al solicitarlo de buen agrado. La copa a 2,80.-€ me parece algo cara y bien servida en cantidad, ni mucho ni poco, lo correcto. 

Primero tomamos la tapa del día, servida en un plato de barro correcto y sin ningún rasguño, una tosta con una base como de verduras, acompañada de una espuma/crema de queso blanco al centro. No decía mucho aunque no estaba mala
.
Tomamos 4 tapas más, 2 de ellas repetimos, ya que solo queríamos tapas calientes, y por este orden: 
Chicharrón de Cádiz, muy bueno, con sabor a pimentón dulce, recordando a pulpo a la gallega. Presentación en tabla negra de pizarra. Correcta. 
Albóndigas de choco, en un plato hondo blanco de diseño, muy sabrosas aunque algo espesa la salsa. 
Carrillada, buena de sabor, pero algo seca, ya que apenas tenía salsa, y solo un puré de verduras creo que era para acompañar. 
Y por último un pollo con almendras, simplemente correcto. 
Pan muy bueno, parecía típico de pueblo, pedimos para repetir. 

Para beber pedimos una botella de tinto Pago del Vicario Penta (Tierra de Castilla), a 14€ la botella, y el más económico de la carta. Muy justito en mi opinión, aunque fuera el más económico. No aprueba. Cubiertos antiguos, no casan con el aire moderno desenfadado del local, la vajilla y los platos.

Pedimos postre y café y al no haber postre, pedimos la cuenta y nos marchamos. La cuenta un pelín subida en mi opinión, aunque solo un poco.

La chica atenta cuando era necesario pero sin agobiar. Muy bien en líneas generales. Me hubiera gustado verla con el local lleno.

Conclusión: Salimos casi a las 16:00 y se despiden muy amables. No creo que vuelva, teniendo más opciones por probar en el centro, pero no me importaría recomendarlo, explicando antes de que tipo de opción se trata.